Un día con Manolín el Veterinariu, allá por 1997

40 años de cuadra en cuadra

El 23 de septiembre de 1997 públicamos este reportaje tras acompañar una jornada a Manuel Martínez Caso, "Manolín el veterinariu", por la ruta que hacía a diario en el concejo de Parres. Manolín falleció el pasado 19 de julio a los 98 años de edad.

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photo_camera Manolo auscultando a una vaca en Parres.

«Le das medio sobre de estos, cada doce horas con un poco de agua caliente o manzanilla, y mañana temprano me llamas para ver como anda.Yo la veo un poco quebrada de atrás y a lo mejor le da por abortar». Manuel Martínez Caso, "Manolin el vetrinariu", con la voz pausada y tranquila que le caracteriza, aconseja a un vecino de la Collada (Parres), que esa misma tarde le había avisado por teléfono para que pasara a echar un vistazo a una becerra que cumple el próximo día veinte, y "desde haz un par de días no pon asuntu pa comer y tou el día patixa, la probina".

Hace un par de semanas Manolo celebraba su cuarenta y dos aniversario de matrimonio, una auténtica friolera de años, que aún son menos de los que lleva ejerciendo su profesión, la de veterinario, en la zona, nada más y nada menos que cuarenta y seis. "No se decidió a casarse hasta que empezó a dar clases en el Instituto, le parecía que no ganaba bastante", asegura Monchi, su esposa.

60.000 kilómetros al año haciendo la ruta de lunes a sábado.

Cuatro motos y quince coches pasaron por las manos de Manolo a lo largo de estos más de cuarenta años de veterinario en Parres. Todos los días, de lunes a sábado recorre el concejo parragués de cuadra en cuadra. En cada pueblo tiene una señal diferente: en la tienda de Parres (San Juan), le ponen la tabla blanca; en el Imperión un rombo amarillo, en Vallobil una libreta cuelga de la ventana de Casa Sidro, donde se anota el nombre del "paciente", igual que la que cuelga en casa de Gaspar en Llames, donde haya o no libreta a la ventana, Manolo para a tomar el café.

Cruzando la general, ya en El Morgueru, la señal cambia, Ángel González deja una botella de lejía espetada en un palu junto a la carretera, que significa parada obligatoria. Lejos quedan los años de la Vespa; tres y una Lambreta "gastó" Manolo, cuando no había carreteras, y el semen de la inseminación se recogía a diario fres-co, en Gijón. Ni teléfono, ni luz, en el puente de Ozanes había un buzón donde se dejaban los avisos de Llerandi, Granda, Llames...

Ahora, el manos libres en el Opel no para de so nar. Manolo tiene 71 años y ninguna gana de jubilarse, "mientras me valga.." Inseminaciones no faltan a diario, el Azul Belga está muy de moda, da xatos que tienen muy buena venta para carne, y pocas complicaciones en el parto". Lavados de ma-triz, alguna que otra operación y partos difíciles son los casos mas habituales. En el maletero del coche, que ocupa hasta las plazas traseras, el instrumental necesario y el conservador de las dosis de semen, que oscilan entre las 1.300 y las 5.000 pesetas, en esto todavía hay clases.

Aún le queda alguna del famoso Sultán de Cantabria, el toro que Ormaechea se trajo de Canadá para mejorar la cabaña cántabra, y a fe que la mejoro.

Manolo disfruta con lo que hace, por eso no es de extrañar que en vez de pasear por Cangas, donde vive, hacer la ruta del colesterol por Avalle o echar la partida en el Hogar del Jubilado, cada día se ponga al volante de su coche, eso sí con una tranquilidad infinita y sin ninguna prisa, para recorrer la geografia parraguesa, entrando por el Puente Romano y dejando atrás Prunales, Nevares, Fios, Bodes o Collia, retorne de nuevo a la Morra de Cangas; no menos de 60.000 km al año, que por 46 hacen..., un montón. Tanto como han cambiado las cuadras que patea, pasó de ver tres o cuatro vaquines por casa, a visitar auténticas explotaciones de cuarenta, cincuenta y más cabezas.

Aunque también hay menos ganaderos que antes. No todos han sabido subirse al carro europeo, los que si lo han hecho demuestran que de las vacas sí se puede vivir bien, pero trabajando.

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Manolín lava el instrumental después tratar a una vaca.

Veterinario, alférez de caballería en la mili y profesor de matemáticas en el Instituto Rey Pelayo de Cangas de Onis años ha, Manolo sigue, con esa calma chicha y el ligero aire despistado, con los chanclos bajo el asiento.