Alcohólicos anónimos de Siero, 27 años de sobriedad y fortaleza

La Asociación celebra su aniversario el sábado 11 en el Auditorio de Siero

Sede de Alcohólicos Anónimos, en Pola de Siero
photo_camera Sede de Alcohólicos Anónimos, en Pola de Siero

Casi 90 años de trabajo, ayudando enfermos por alcoholismo. La organización nace en Akron, Estados Unidos, en el año 1935. Dos alcohólicos, Bill W, un hombre de negocios y el doctor Bob S descubrieron que su capacidad para mantenerse sobrios estaba muy relacionada con la ayuda y el estímulo que ellos podían proporcionar a otros alcohólicos. En la actualidad, la Comunidad funciona a través de más de 115.000 grupos locales a lo largo de 180 países.

Uno de esos grupos lo forman, entre otros, Amador, Avelino, Quino y Ana, cuatro ex alcohólicos que tienen mucho que compartir, un camino vital, nada más y nada menos, que los llevó a un punto de no retorno común por vías diferentes, una caída al vació que, hasta que su vida no se dio de bruces contra el suelo, no les hizo reaccionar e intentar rectificar. Los cuatro, y unos cuantos más, siguen intentando, a través de su trabajo en Alcohólicos anónimos de Siero que, para los que atrevan a traspasar el umbral de su centro, encuentren la ayuda y la comprensión que, una vez, ellos encontraron allí.

El grupo de Siero nació hace 27 años «de la mano de dos compañeros que ya han fallecido. Uno de ellos acudía a un grupo que había en Oviedo, pero se pusieron a buscar un local para reunirse aquí. Al principio el lugar se lo cedió Cáritas y dos años después, el ayuntamiento nos proporcionó este en el que estamos».

Nunca hablamos de los problemas de los demás: aquí cada uno cuenta su historia

El funcionamiento del grupo es sencillo: dos reuniones semanales «de ocho de la tarde a diez de la noche los martes y los jueves. Comenzamos siempre con una lectura que habla de las experiencias de los fundadores y que están recogidas en un libro titulado «Viviendo sobrio» y, a partir de ello, contamos nuestras vivencias personales. Nunca hablamos de los problemas de los demás: aquí cada uno cuenta su historia y lo que el alcohol contribuyó a destrozarla. Cuando llega alguien por primera vez se da cuenta de que no es un bicho raro y que sus circunstancias personales son muy parecidas a las que se encuentra aquí. Eso es lo que hace que la gente se quede en la Asociación».

La entrada y salida de gente al grupo es constante, aunque «podemos decir que tenemos un grupo estable de 12 a 15 personas». Todas ellas, y tantas otras con esta y otras enfermedades, recorren un camino muy sinuoso hasta que se dan cuenta que hay que tomar decisiones drásticas, ese momento tan difícil en el que deshechas las excusas y reconoces, al fin, que tienes un problema: «normalmente viene por un tropiezo fuerte: o porque te ponen un ultimátum en casa, o porque te pusiste a morir tras una borrachera, porque te das cuenta que lo has perdido todo, desde la vida en sí que estás tirando por la borda hasta tus amigos. Todos los que estamos aquí tocamos fondo en un momento u otro».

Comencé a beber pasados los cuarenta y lo hacía a escondidas en casa.

Ana lleva siete años en la Asociación y es, prácticamente, la única mujer que asiste regularmente a las reuniones «yo tardé mucho tiempo que reconocer que era alcohólica. Comencé a beber pasados los cuarenta y lo hacía a escondidas en casa. Mi padre también era alcohólico y mi infancia y adolescencia se vieron marcadas por ello. YA de adulta quise alejarme completamente de este mundo y siempre dije que nunca estaría con alguien que bebiera, pero, tras pasar por un problema personal, la que empecé a beber fui yo. Fue el médico de cabecera el que me recomendó que viniera a las charlas de Alcohólicos anónimos. Recuerdo como si fuera ahora el primer día que cruce esta puerta: algo cambió en mí para siempre que logró que lleve más de seis años sin probar la bebida».

Casi rehabilitados «hay que recordar que el alcoholismo es una enfermedad incurable, progresiva y fatal» podrían seguir sus vidas alejadas de la Asociación, pero esa posibilidad no pasa por sus cabezas, por la de ninguno: «los que venimos aquí lo hacemos por una razón y es que, cuando llegamos aquí por primera vez hubo una persona que nos recibió y atendió y sentimos la necesidad de devolver todo lo que hicieron por nosotros. Pero también se convierte en algo terapéutico para nosotros porque, cada vez que vemos a alguien nuevo llegar, nos vemos a nosotros y ver que lo hemos superado nos da fuerzas para continuar nuestra vida sin el alcohol, ver como la cara de esa gente cambia a los quince días y se va recuperando es una grandísima satisfacción que nos ayuda a todos a seguir adelante»

la clave de todo, es evitar tomar la primera copa

El perfil del alcohólico que transita por la asociación ha cambiado desde sus inicios hasta hoy: «estamos detectando hace ya bastante tiempo que ahora empiezan a llegar bastante más jóvenes que cuando nosotros empezamos. Antes no era así, aunque, en mi caso, yo llegué con 26 años, pero eso era algo excepcional. Ahora estamos recibiendo gente que ya ronda los 30».

«Ni juzgamos a las personas ni les obligamos a dejar de beber. El único requisito es querer dejar de beber, no dejar de beber. Aquí ha habido gente que asistía a las reuniones y seguía bebiendo. Pero asistían, oían experiencia y se sentían cómodos hasta que dejaban de beber, pero cuando ellos lo consideraban oportuno, sin presión. Puede parecer una tontería, pero, la clave de todo, es evitar tomar la primera copa, que si lo hace, no se va a emborrachar. Porque la que te emborracha no es la decimoquinta copa: es la primera»

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