El naturalista Luis Laria apunta a la formación de personas y el uso de adrenalina para evitar muertes por picaduras en la zona rural

La muerte en Priesca (Ponga) de Manuel Antonio Martínez, de 48 años de edad, a causa de la picadura de una avispa, ha causado un enorme pesar en el concejo de Ponga, que hoy despide a una persona querida por sus vecinos; pero también un debate en las redes sociales sobre la necesidad de articular alguna medida que pueda paliar situaciones similares en las zonas rurales, cuando unos minutos pueden salvar vidas.

En el caso de Ponga, los esfuerzos para salvar la vida de Manu, de los médicos del SAMU y el Grupo de Rescate del Servicio de Emergencias del Principado de Asturias, que llegó a bordo del helicóptero medicalizado, fueron infructuosos.

Formación para administrar adrenalina

El naturalista parragués, afincado en Luarca, Luis Laria apunta en sus redes sociales algo que ya han aplaudido muchos:

«Sería aconsejable que en áreas de gran distancia a atención médica hubiera alguna persona ( lugareña) que pudiera administrar adrenalina ( con conocimientos explícitos) para minimizar el riesgo de la anafilaxia y/o infarto sobremanera en pueblos y en áreas de interés turístico, rutas de montaña etc.», escribió en su muro de Facebook.

Beneficioso para algunos y mortal para otros

En el mismo post Laria apunta que a finales de agosto «sufrí unas 9 picaduras de avispa europea, en mí caso fue tan importante que eliminó una lumbalgia y una contractura muscular que padecía desde hacía más de dos meses. Eso no ocurre con todos y como vemos ésta persona sufrió un infarto, no es raro que se sucedan casos extremos bien por deficiencia respiratoria aguda, choque anafiláctico o infarto directamente, por lo tanto debemos extremar precauciones si somos sensibles a la histamina u otros compuestos químicos que están presentes en la apitoxina, el veneno de estos insectos»