MARIJE AMIEVA

Chiringuitos

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Uno de los grandes placeres de la vida, o de la Comarca, siempre ha sido para mi estar tirada en uno de nuestros espléndidos arenales y, cuando el sol aprieta, tomarme una clara de limón o un helado en el chiringuito de turno.

Santa Marina, en Ribadesella, es la playa de mi infancia y adolescencia. Recuerdo a mi madre abriendo los tuppers de tortilla y pollo empanado en las mesas del chiringuito en el que mi padre compraba las bebidas y helados.

Pues no sé exactamente por qué, pero parece que ahora a los políticos y ecolojetas les molestan. Ya sucedió en Llanes y Ribadedeva en 2012, cuando el concejal Emilio Carrera ganó el pulso al Principado que no tuvo mejor idea que cerrar tres chiringuitos un 16 de agosto en pleno servicio de comidas.

Ahora es Ribadesella quien finiquitará en 2017 el último chiringuito de Santa Marina. En las instalaciones se asentará el servicio de Salvamento. Para suplir el chigre playeru se habilitará una cafetería en una zona verde situada al final de la playa.

“No está en condiciones... Creéme que hace falta mejorar el puesto de salvamento y las instalaciones del chiringuito”, me explicaba la alcaldesa, Charo Fernández Román. Claro está que Salvamento tiene prioridad, pero también se debería promover la instalación de chiringuitos en el arenal riosellano.

Me parece una vergüenza que en Santa Marina, una playa urbana con un paseo precioso, no haya un triste sitio junto a la arena para tomar algo.

Muchos usuarios tenemos en cuenta la accesibilidad, las duchas y los chiringuitos a la hora de decantarnos por una u otra cala. No estaría de más que los alcaldes costeros reflexionaran para captar bañistas y, por tanto, turistas.

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