VICENTE G. BERNALDO DE QUIRÓS

Depurar responsabilidades

La mierda no es compatible con el bienestar

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El mar Cantábrico tiene una enorme capacidad para depurar residuos orgánicos. Lo dijo en su día la consejera de Fomento del Principado de Asturias, Belén Fernández y se quedó tan pancha. Lo peor no es que se lo crea al pie de la letra (según los expertos hay cierto elemento autodigestivo en las aguas, pero tiene poca trascendencia para entenderse como un purgante), sino que sus declaraciones se produjeron en un momento en el que las depuradoras asturianas estaban en plena crisis.

No se debe jugar con las cosas de comer. Y la depuración de nuestros residuos es un elemento clave de higiene medioambiental y de estándar de civilización. Ya no solo porque tenemos que ser limpios por propio convencimiento, sino porque nos lo exige, con razón, la Unión Europea y los organismos comunitarios encargados de este asunto. Bruselas nos puede crujir a multas si seguimos con esta indolencia a la hora de poner en marcha medidas para limpiar nuestras costas.

Es verdad que se han producido algunos casos lamentables en los que la ubicación de las depuradoras contaron con la oposición vecinal, pese a que fue posterior a su construcción la residencia de los ciudadanos protestones a los que le apoyaron varias resoluciones judiciales, pero esto no es óbice para que, desde el Principado se pusieran en marcha medidas tendentes a la construcción de esos equipamientos. Gijón y Avilés requieren a la voz de ya una solución adecuada a sus problemas con las aguas residuales.

Por eso es el momento de depurar responsabilidades, aunque la utilización de este verbo pueda entenderse como un chiste fácil  en relación con el tema del que tratamos. Pero es absolutamente prioritario que los lumbreras que nos llevaron a esta situación de carencias, den una respuesta inmediata o pongan su cargo a disposición de la autoridad correspondiente.

Ya va siendo hora de que las cosas del medioambiente se traten en esta comunidad autónoma con cierta seriedad. Y que se pongan remedio a problemas que tienen una gran envergadura y que afectan a la salud de los ciudadanos. A nadie le gusta verse rodeado por una mole de cemento que puede tener efectos antiestéticos, pero seguro que les gusta menos oler a residuos muy cerca de donde uno reside. La mierda no es compatible con el bienestar, salvo algunos casos para los que hay, por supuesto, tratamiento médico.

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