VICENTE G. BERNALDO DE QUIRÓS

Echa un culín, moreno

Tengo que confesar que me encanta ver en las sidrerías a gran número de escanciadores negros y de raza cobriza, llegados desde América Latina

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Comenzaré diciendo que soy un admirador inquebrantable del mestizaje y que me gusta en todos los órdenes de la vida, porque el mundo no es solo blanco y negro, sino que tiene muchos matices y todos ellos tienen interés y colorido para que se nos haga la vida más igualitaria y agradable. Por esa razón, soy un fiel partidario de la inmigración y de recibir en Asturias a todos aquellos extranjeros que quieran venir a trabajar y a aportar su grano de arena y su cultura.

Dicho lo anterior, tengo que confesar que me encanta ver en las sidrerías a gran número de escanciadores negros y de raza cobriza, llegados desde América Latina y que realizan su labor excelentemente, hasta el punto de que en los tres o cuatro últimos años se han alzado con el campeonato de escanciado de nuestra región, con total justicia, a juicio de un jurado de expertos.

Esta incursión del mestizaje en nuestras sidrerías rompe más de un tópico que en nuestra región se ha venido divulgando desde tiempos inmemoriales. En primer lugar eso de que pasando el Pajares la sidra no sabe igual que en Asturias. Aparte de incierto, recomiendo a quien mantenga este aserto que se tome un par de botellas de sidra en Madrid a 40 grados en un local reconocido. Y ya me contará.

El segundo tópico es el que reza que el escanciador de sidra tiene que ser alto, rubio y un poco maizón, porque solo un nacido en estas tierras tiene el don de echar sidra en ese vaso. Los ecuatorianos y brasileños, entre otros, que pululan por nuestros chigres dan fe de ello. Esperemos que a los más patriotas de nuestros autóctonos se les olvide también eso de que “les neñes y les manzanes tienen que ser asturianes”.

A mi me encanta pedirle a uno de esos escanciadores foráneos “echa un culín, moreno” desprovisto de cualquier contenido xenófobo, sino más bien repleto de admiración y respeto por su sentido de la superación personal y laboral. Y eso va unido a una enorme solidaridad con quienes huyen de sus países, de las guerras, de la pobreza y de la explotación de los poderosos. Y quien no tenga este sentimiento de compromiso con los inmigrantes es posible que no conozca la historia de emigración de Asturias. Y que no le guste la sidra.

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