VICENTE G. BERNALDO DE QUIRÓS

El cuerpo de Marta del Castillo

La exhaustiva búsqueda del cuerpo de Marta del Castillo tiene el visto bueno de la práctica totalidad de la sociedad española

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Es empeño digno de mejor causa la insistencia de la familia de la joven sevillana Marta del Castillo para que se encuentre su cuerpo y se busque hasta en lo más hondo de la tierra los restos mortales de quien fuera víctima de un presunto novio sin escrúpulos que creía que podía hacer de la mujer lo que más conviniese a sus intereses egoístas. De momento, la última operación para rescatar el cadáver se ha saldado con otro fracaso más, pero no debe cejarse en las investigaciones porque sería para sus padres y familiares el fin de un duelo terrible que ya lleva demasiado tiempo golpeando sus sentimientos.

La exhaustiva búsqueda del cuerpo de Marta del Castillo tiene el visto bueno de la práctica totalidad de la sociedad española, sin distinción de ideologías ni de sexo, raza o religión. Es una causa justa y las personas de buena voluntad quieren terminar con esta pesadilla para sus parientes. No he visto ni leído, ni creo que lo vaya a hacer, reproche algunos a las autoridades policiales y judiciales por empecinarse en encontrar unos restos que pueden suponer el descanso eterno para una joven atormentada.

Y si nadie protesta por esa búsqueda de un cuerpo desaparecido hace siete años, ¿porque hay mentes sádicas que se empeñan en negarles a personas, cuyos familiares desaparecieron hace casi 80 años, víctimas de la represión franquista, la misma posibilidad de encontrar sus cuerpos y poner término a una angustia cruel que atenaza a miles y miles de españoles?. Ya no estamos en tiempos de la brutal dictadura en la que los paseos, los asesinatos sin causa judicial ni razón política que los justificase, los disparos en la nuca y las torturas que el régimen de los golpistas del 18 de julio de 1936 institucionalizaron en todo el territorio español.

Jóvenes y viejos, republicanos y votantes de un día del Frente Popular, profesionales y labriegos, mujeres y adolescentes sufrieron en sus carnes la ira de los vencedores y el oprobio de un régimen que asesinó a quien se opusiera a los intereses de los más poderosos. Y esos falangistas que pistola en mano allanaban las casas y se llevaban a sus ocupantes para enterrarlos en cualquier esquina de un bosque o en pleno monte, tras torturarles sin piedad, son de la misma calaña que Miguel Carcaño, el autor de la muerte de Marta del Castillo. Y, al menos, este cínico y brutal espécimen de la naturaleza cumple condena en prisión. Los falangistas criminales y sus cómplices se fueron al otro mundo impunes y sin arrepentirse de sus atrocidades.

Pues yo exijo la misma insistencia para todos los vencidos de la guerra civil que la que se lleva a cabo con Marta del Castillo. Se la debemos por muchos motivos. Por ser los representantes de la legalidad democrática asfixiada por un golpe de Estado cruel y una guerra incivil. Por ser los mejores hijos de la Patria, en contraposición con la mayoría de los vencedores, que construyeron sus fortunas sobre la base del robo y de la extorsión de los republicanos. Pero, sobre todo, por cerrar las heridas de miles de sus herederos que aún les lloran y que buscan sus cuerpos para honrarles con una sepultura digna y para poder llevarles flores rojas, moradas y amarillas al lugar donde cayeron por España y el régimen del 14 de abril.

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