ISOLINA CUELI

La Galana, cosechera de poesía en Piñeres de Pría

En Piñeres, Dolores Sánchez afirma que compaginó los trabajos del campo con cursillos de bable y que, incluso, estudió Retórica

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Dolores Sánchez (Piñeres de Pría, 1937) nació poetisa y cultivó la poesía en bable durante toda su vida. Un trabajo intelectual que compaginó con el cultivo de la tierra en su Piñeres natal.

Dolores, conocida también como “La Galana”, es una ferviente admiradora de Rosalía de Castro (Galicia, 1837-1885), con la que se identifica porque la escritora gallega promocionó Galicia y enalteció el gallego, una tierra y una lengua que por aquel entonces se tenía en baja estima, afirma. A estas dos mujeres también les unía una situación personal que marca a las personas: Rosalía era hija ilegítima de un sacerdote y Dolores, de un maestro que no llegó a casarse con su madre. Ambas cantaron y contaron las cosas que tenían más a mano, hablaron de su pequeño universo, en el que no faltan lo espiritual y lo terrenal; alegrías y tristezas; el mar o la montaña.

la-galana-llanes-piñeres-priaEn el caso de Dolores, ese universo es Piñeres, aunque en ocasiones llegaba más lejos. Y en sus poemas hay protagonistas de Cangas de Onís, Arriondas, Llanes, Ribadesella y hasta de Villaviciosa. Es conocido el poema La feria los manzanales, publicado en El Fielato en 1998 y dedicado a Ezequiel Carneado, en su condición de cultivador de plantones de manzanos, que vendía por toda Asturias. Gracias a las últimas apariciones en prensa de Dolores, Puri Carneado, hija de Ezequiel, pudo contactar de nuevo con Dolores y la visitó el pasado viernes en Piñeres para rendirle su homenaje particular, con una ramo de flores naturales y una silla con reposabrazos, para que pueda disfrutar del buen tiempo fuera de casa.

“La Galana” aprovechó la visita para recordar tiempos pasados y recitar sus poesías y muchas otras, desde Gonzalo de Berceo a Gabriela Mistral. La memoria que conserva intacta dice que le viene desde que era una niña. Recuerda que, con 11 años, la maestra de Pría le dijo a su madre que ya no podía enseñarle más y le aconsejó que estudiase el Bachiller. Su progenitora entendió la sugerencia y Dolores estuvo interna en Oviedo, pero antes de dos años abandonó los estudios por motivos familiares. Ahí se truncó uno de los caminos de Dolores Sánchez, que volvió sobre sus pasos a Piñeres, la tierra en la que antes habían escrito Amable González-Abín (1862-1911) y Pepín de Pría (1864-1928). Desde ese mismo terruño, en Hontoria, también escribió Pablo Ardisana (1940-2017).

En Piñeres, Dolores Sánchez afirma que compaginó los trabajos del campo con cursillos de bable y que, incluso, estudió Retórica. Desde entonces escribió cientos de poemas, editados de forma artesanal por ella misma, y dos libros: Goteras d’Orbayu y Manoyos escoyíos, de editorial Trabe.

De todos esos libros, los propios y los ajenos, no se cansa de recitar poemas, que también le sirven para vivir otras realidades, más allá del horizonte de la antojana de su casa, en la que esta primavera volvieron a brotar los bulbos de frisia amarilla y rojiza, plantados hace muchos años. Las flores fueron parte importante de la vida de Dolores Sánchez, que disfrutaba regalándolas a sus amistades. Para todos cultivó Dolores la rosa blanca, como dice José Martí (Cuba, 1853-1895) en su poema: Cultivo la rosa blanca/ en junio como en enero/ para el amigo sincero/ que me da su mano franca. Tampoco escatimaba en flores para engalanar fuentes como la del Piñuelu.

Vive sola en Piñeres, en su casa de toda la vida, que no está adaptada a las necesidades de una persona mayor, con problemas de movilidad. Al dormitorio, que está en el piso superior, sube gateando. Cuando se le pregunta que cómo baja, dice que gateando, también. Se resiste a pedir ayuda a los Servicios Sociales municipales o autonómicos, “todavía me valgo yo”, afirma.
Dice que perdió el lladríu para cantar, otra de sus aficiones, pero aún tiene voz y humor para arrancarse por una asturianada o por Carlos Gardel con el tango Caminito o La última copa.

Sentada en la silla con reposabrazos, que le facilita ponerse en pie, Dolores contempla la primavera a la espera de que vayan a saludarla las golondrinas, las andarinas, como ella les llama, a las que dedicó un poema que dice: Pa esi sucu del cielu ando amirando/ que tán las andarinas esñalopiando./¡Ya se joren mui lloñe las andarinas/ van vola que te vola las prubitinas!/ (...) ¡Dade una güelta’l mundu, jacelu güenu,/ quitáde-y la malicia, guerra, venenu/ el viciu, la codicia, la perdición/ vosotras que volastes con ilusión!/ Agurriáu’l jocicu taré esperando/ a que golvaes en marzu, tamién cantando.

Gabriela Mistral (Chile, 1889-1957), otra de las escritoras a las que admira Dolores escribió la siguiente reflexión: Donde haya un árbol que plantar, plántalo tú. Donde haya un error que enmendar, enmiéndalo tú. Donde haya un esfuerzo que todos esquivan, hazlo tú. Sé tú el que aparta la piedra del camino. Y Dolores Sánchez pudo hacer todo esto en sus años jóvenes, pero ahora, ya octogenaria, tendrían que ser otros los que hagan por ella y quienes aparten las piedras de su camino, aunque ella no lo pida.

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