FRAN ROZADA

Reseñas de Covadonga IV

Si dos son los simpáticos oseznos que -desde hace setenta años- sostienen plácidamente la silla episcopal de la Cueva de Covadonga (sobre cuyo origen y autores ya escribimos en la primera de las cinco reseñas que componen esta serie septembrina dedicada a aspectos y cuestiones poco conocidas del primer santuario asturiano), hoy nos detendremos en los majestuosos leones que reposan en la antigua explanada de la Cueva desde hace cuarenta y cinco años.

Su origen está perfectamente documentado desde que, en 1899, los hermanos gallegos Juan y Jesús García Naveira, indianos con mucho dinero hecho en Argentina y grandes viajeros, visitaron Italia.  De sus viajes traían esculturas, fuentes, muebles, elementos de todo tipo y, sobre todo, ideas para decorar su monumental posesión y jardines del que llamaron “El Pasatiempo”, en Betanzos (A Coruña). En ese viaje a Roma tomaron nota del monumento funerario levantado en memoria del Papa Clemente XIII, en el interior de la Basílica de San Pedro. En la base del mismo observaron dos magníficos leones realizados en mármol de Carrara por el notable escultor italiano Antonio Cánova, gran exponente de la escultura neoclásica. Los leones siempre se identificaron como guardianes en entradas de importantes lugares, baste recordar los que flanquean la escalinata principal del Congreso de los Diputados, o la famosa Puerta de los Leones en Micenas (Grecia), datados éstos últimos ya en el siglo XIII antes de Cristo.

Los leones originales en el monumento funerario del papa Clemente XIII.

Con un tamaño un poco menor, estos hermanos encargaron una réplica de los leones del monumento funerario de Clemente XIII, también en mármol de Carrara, para colocarlos a modo de imponente guardia en la parte exterior de la entrada a su posesión de “El Pasatiempo”. El transporte de los leones hasta Betanzos fue muy laborioso por el enorme peso de las esculturas. En aquel lugar se reunían todo tipo de animales exóticos, plantas, avances tecnológicos desconocidos, estatuas, etc. reunidos durante los veinte años que se tardaron en concluir los jardines. Era como un parque temático asombroso, en el que se podía pasear por la avenida de los emperadores romanos o por la de famosos escritores, con estanques, fuentes, laberintos vegetales, relieves esculpidos representando la pirámide de Keops, la muralla china, globos aerostáticos, el canal de Panamá y muchos otros. Su gran mecenas fue uno de los hermanos, concretamente Juan y, a su muerte en 1933, comenzó el declive de “El Pasatiempo”. Convertido en campo de concentración para soldados republicanos tras la guerra y abandonado a su suerte, fue saqueado y quedó muy destruido. Sólo después de 1986 comenzó a recuperarse lo que quedaba de su esplendor tras ser adquirido por el ayuntamiento local. El caso es que a comienzos de los años setenta del siglo pasado, coincidiendo con las notables obras que el arquitecto Javier García Lomas llevó a cabo en Covadonga con la construcción de las nuevas casas de canónigos, se decidió también reformar la entrada a la explanada frente al estanque de la Cueva, eliminando los antiguos pilonos de piedra que se trasladaron al Repelao y, entre las gestiones de García Lomas y las del aparejador coruñés José M. Pérez Mosquera, los leones -que habían estado como guardianes de la puerta principal del citado parque en Betanzos- fueron adquiridos en 1970 por medio millón de pesetas y colocados en el lugar en el que se encuentran en Covadonga. Uno de los leones parece vigilante, como símbolo de la fe, mientras otro duerme, simbolizando la vida eterna. Hace pocos años se les aplicó una limpieza a fondo, de forma que el mármol de Carrara que les dio forma volvió a dejarlos tan blancos como cuando fueron esculpidos, hace aproximadamente un siglo o poco más, pero la humedad del lugar les cubre pronto de una oscura pátina. Por cierto que se desconoce quién los talló, puesto que aunque en algunas guías sobre Covadonga se afirma que su autor habría sido Pompeo Marchesi -discípulo de Cánova, el que había tallado los originales para el cenotafio de Clemente XIII- Marchesi falleció cuarenta y un años antes del viaje de los hermanos García Naveira a Roma. Por otra parte, no pensemos que estas copias las disfruta sólo Covadonga, porque otras similares (si no iguales) podemos verlas en el monumento funerario del propio Cánova, así como en el cementerio de Bantiniano, en Brescia; en el cementerio Cypress Lawn, en California; en Santurce (Vizcaya), donde a José María de Linaza y Hormaza (1865-1911) le ocurrió algo muy similar al caso del gallego Juan García Naveira; copias hay, asimismo, en el fastuoso palacio de los duques de Dewonshire, o en la plaza del mercado de Aylesbury, en ambos casos en Reino Unido; también en la Galería de Arte Corcoran, en Washington D.C. y en otros lugares, el más cercano, aquí mismo, en la escalinata de entrada de una casona de indianos, en Llanes, llamada Villa Flora (1906), pero con dos leones vigilantes duplicados (el durmiente no interesó).

Los leones de Covadonga en su emplazamiento original, en Betanzos.

Antiguo emplazamiento de los pilonos.

Uno de los pilonos en El Repelao, que lleva camino de imitar a la Torre de Pisa...

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