Tomás Antuña, un hombre bueno

Vivo en una tozuda sensación de irrealidad que no me permite asimilar que Tomás (Antuña) nos haya dejado. Y sin embargo tengo que escribir un artículo sobre su partida. Sobre lo que él era. Sobre qué hizo que su muerte, el pasado 20 de septiembre, paralizara la vida y arañara el alma de tantas y tantas personas.

Pocas personas habrá que tengan una actitud tan honorable en su trayectoria vital.

Es cierto que Tomás era el presidente del Partido Popular de Llanes. También ostentaba el cargo de Teniente de Alcalde del ayuntamiento llanisco. Pero sería injusto recordarle exclusivamente por la notoriedad que le dieron sus cargos políticos estos dos últimos años. Me parece más honesto honrar su memoria teniendo presente su condición de esposo, padre, abuelo, amigo y vecino. Por su calidad humana.

Pocas personas habrá que tengan una actitud tan honorable en su trayectoria vital. Tomás, que tuvo pleno derecho de tirar la toalla y repartir culpas al Universo por la cantidad de obstáculos que se encontró en el camino, optó por hacer de la resiliencia su bandera. Por levantarse cada día a enseñarnos que esto va de actitud, de ganas, de esfuerzo y de lucha. Que esto de vivir es complicado, pero que uno no debe bajar los brazos porque no camina solo, siempre hay alguien que depende, espera o merece algo de ti. Y a ese, a ese hay que demostrarle con hechos que rendirse no es la opción, nunca, para nada. Y que seguir, sea cual sea el final, siempre habrá merecido la pena.

Ningún adversario político podrá reprocharle un mal gesto o una mala palabra. Ni un desplante, ni un debate fuera de lugar.

Tal vez ese afán por   superar(se) y sanar(se) le venía de su profesión. Era médico de familia. De aquellos que no tenían prisa en la consulta, que diagnosticaban una dolencia física y apaciguaban el daño emocional con la escucha y el consejo, siempre sensato y tranquilo.

Y aquel carácter, el de cuidar y curar, fue lo que marcó su andadura vital y profesional. Cuando llegó a la política no supo desdoblar su personalidad, no quiso hacerlo. Y la consecuencia fue una gestión de la cosa pública humanizada.

Ningún adversario político podrá reprocharle un mal gesto o una mala palabra. Ni un desplante, ni un debate fuera de lugar. Porque Tomás entendía la política como su vida, partiendo del diálogo tranquilo para llegar al consenso eficaz.

El Gobierno de Llanes decretó tres días de luto en el municipio por la muerte de Tomás, el compañero, el concejal, el teniente de alcalde, el servidor público. El mismo día, con su cuerpo en el tanatorio y un Ejecutivo local destrozado, con la política y todos los actos que la rodeaban detenidos por el dolor, algunos miembros del PSOE de Llanes, con el presidente del Principado de Asturias y el secretario de la agrupación local a la cabeza, prefirieron la foto a la honra y acudieron, como único grupo político, a entregar los premios del Rally Villa de Llanes. Un gesto que Tomás no se merecía. Es, sin ninguna duda, lo contrario a lo que él hubiera hecho. Hoy se enfadaría porque yo recoja ese asunto en estas líneas y repetiría uno de sus sinos: «Respeto y educación, siempre, y por encima de todo».

Tomás Antuña, mi médico, mi compañero, mi amigo, nos ha dejado decenas de lecciones sobre las que reflexionar. Ojalá sepamos adaptarlas a la vida igual que lo hizo él, desde el sosiego y la paz que lo sostuvo en cada envite.

Te voy a querer siempre.