VICENTE G. BERNALDO DE QUIRÓS

?Los fiscales son unos mandaos?

En un principio, los fiscales recibían el tratamiento de hombres del Rey

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Como estamos colonizados por las películas norteamericanas, nos creemos que el sistema judicial imperante en Estados Unidos es igual que el nuestro y que los abogados de aquí son como Perry Mason y los fiscales tienen el sacrosanto deber de acusar a diestro y siniestro con rostro adusto o amable, en función de si la heroína es una mujer perversa o una joven dulce y hermosa víctima de algún canalla. Conviene, pues, ilustrarse sobre el particular y acudir a la Constitución y a las funciones de la Fiscalía para saber a qué atenernos.

En primer lugar, los fiscales tienen la atribución constitucional de defender la legalidad y ordenar la acción de la Justicia para defender a los ciudadanos de acciones delictivas. También se dice que es un órgano claramente jerárquico y que, aunque sus integrantes tienen autonomía, dependen de su inmediato superior hasta llegar al fiscal general del Estado que, pese a que dice ser independiente, es nombrado por el Gobierno.

En un principio, los fiscales recibían el tratamiento de hombres del Rey, lo que cumplió literalmente el balear Pedro Horrach cuando puso toda la carne en el asador para que no se imputara a la infanta Cristina. Me imagino que hoy pensará que algo de su sorprendente absolución lleva su nombre.

Pero volviendo a la cuestión, los fiscales pueden ordenar investigaciones y llevar ante el juez a algún presunto/a delincuente, pero si su jefe inmediato, le dice que no vaya por ahí, tiene que obedecerlo o presentar pruebas tan irrefutables que su superior tenga que dar su brazo a torcer. Normalmente, los fiscales no ponen piedras en los expedientes de sus inferiores jerárquicos, salvo que el caso que se investiga tenga ramificaciones de muy diversa índole y problemática (básicamente política o que se vincule con poderes importantes).
Algo así debe pasar en el caso del presidente de Murcia que pillado in fraganti por dos fiscales de su jurisdicción tiene acceso directo con el fiscal general del Estado (e incluso con el ministro de Justicia, lo que tiene bastantes bemoles) y consigue que se ordene a los dos servidores de la justicia que quieren imputarlo que se metan sus investigaciones por donde les quepan.

Efectivamente, los fiscales son unos mandaos, pero eso sí tienen que ocurrir casos infrecuentes para que se monte un escándalo de estas características. Los fiscales no acusarán al presidente murciano por imperativo legal, aunque podrán hacerlo acusaciones privadas o particulares por varios asuntos que huelen en toda la región y hasta en comunidades autónomas vecinas. En España no es como en la tele, donde el criminal casi nunca gana (aquí casi nunca pierde) y los supuestos delincuentes corruptos de primera fila (los de segunda ya son otra cosa) se deslizan como anguilas a la hora de eludir el peso de la ley. Siempre tendrán abogados de sobra para persuadir a los jueces de que sus clientes están mejor en la calle. ¿Será el presidente de Murcia, Pedro Antonio Sánchez, uno de ellos? Se admiten apuestas.

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