Opinión

¿Los merecemos o nos parecemos?

Es bastante habitual recurrir a la frase, atribuida al reaccionario De Maistre, «tenemos los políticos que nos merecemos» cuando cunde el desencanto colectivo y nos vemos incapaces de mejorar como sociedad. Yo, particularmente, coincido con Malraux y creo que optamos por los gobernantes que más se nos parecen. Supongo que semejante aserto, dada la generalizada animosidad existente contra la clase política en general y la nacional en particular, no será recibido con algarabía por los improbables lectores, así que intentaré explicarme, me temo que con esfuerzo digno de mejor causa.

No quiero ni pensar cómo está la situación política en Argentina para que alguien de semejante calaña (Milei) haya resultado electo

La cada vez mayor desafección hacia nuestros representantes nos lleva a criticarlos, casi siempre con razón, por anteponer sus intereses particulares o corporativos a los generales, por su incapacidad de entendimiento con el adversario siquiera en lo obvio o por convertir el debate público en una verdulería en la que el ruido se alza sobre las ideas. Hasta ahí, bien. Pero ¿cómo nos comportamos nosotros en situaciones homologables?

Tengo por costumbre frecuentar bares (incluso por encima de mis posibilidades), no me queda otro remedio que aprovisionarme de lo básico en tiendas y supermercados y trabajo cara al público, por lo que mi contacto con gente del más variado pelaje es frecuente al margen de capillitas o círculos endogámicos. Considero que todo ello me convierte en un observador válido (no más que otros, evidentemente) del comportamiento humano en su más amplio espectro.

¿Que Ayuso llama hijo de puta al presidente Sánchez? Anda que no lo habré oído yo por esos antros de Dios. ¿Que Puente se olvida de su condición de ministro y zahiere a Milei? Vaya, pues como hacemos muchos cada vez que vemos alguna intervención del tipejo en cuestión (por cierto, no quiero ni pensar cómo está la situación política en Argentina para que alguien de semejante calaña haya resultado electo). ¿Que Sánchez y Feijóo no se ponen de acuerdo ni cuando de abordar cuestiones estratégicas de Estado se trata? Bueno, yo he estado en curros donde empleados o departamentos quedaban tuertos por ver ciegos a los de al lado.

Resumiendo, motivos para el hartazgo y la indignación hay a paletadas, pero quizá sería más responsable dejar de focalizar sobre otros todo lo vituperable asumiendo las consecuencias de nuestros actos y comportamientos cotidianos, incluido el uso que le damos a nuestro voto, ya que nuestros representantes no han llegado al lugar que ocupan por autoimposición, sino porque nosotros les hemos otorgado esa autoridad. ¿Qué estímulo les proporcionamos en el país de “qué hay de lo mío” para comportarse de distinta manera? Hemos pasado de confrontar ideas a intercambiar memes y zascas, empequeñeciendo el debate. Así que asumamos la cuota de responsabilidad que tenemos en ello y evitemos caer en el cinismo del prefecto Renault en el café de Rick cuando vociferaba vehementemente aquello de «¡Qué escándalo! ¡Qué escándalo! He descubierto que en este local se juega» mientras ponía las manos para recoger las ganancias obtenidas, que a algunos se nos antojan muy magras o muy mal repartidas.