Opinión

Pa que no se mi olvide

El otru día deciami un señor que no se mi había quitáu nada del acentu asturianu cerráu que se mi pega en cuantu paso Unquera.

Hay dos razones pa que no se mi quite y cada una tien su pesu. La primera es que en todos estos años en Francia, y ya van más de treinta entre pitos y flautes, no hay razón alguna pa que lu pierda. Allí no hablo español namás que en contaes ocasiones y siempre castellanu, menos con la rapaza mía que lo entiende tou. La segunda e que en cuantu llego aquí procuro utilizar toes les expresiones y palabres que se mi vienen a la cabeza porque tengo muchu miedu de que se mi olviden.

Supongo que la consejera de Cultura ya andará velando pa que no se pierda vocabulario, pero no sé si tou lo que decía mi güela estará recogíu por la Academia. Por si acasu yo abundo en la tradición oral pero ya no tengo quien me escuche y lo peor de tou, muy pocos me entienden.

No se crean que lo hago por nostalgia, ya saben que soy pocu de echar la vista atrás, hágolo porque lo que no se nombra no existe y hay coses que solu se pueden entender en asturianu o como se llame lo que chapurreamos unos pocos. Que si hace unos años era una lengua de “payos”, ya quisieran los rapaces de ahora tener un repertoriu tan floríu pa escribir mensajes que llenamos todos de abreviaciones y muñequinos.

Hay que distinguir una llastra de una llávana; que ya mi cuesta bastante andar por lo pindiu porque sufren muchu los calcañares y al día siguiente duélenmi los cadriles; que hay que distinguir la buena gente de la xente roín y pelagata;

Y así desgrano sin dificultad que el suelu está ensuchu y eso que no abocanó en tres días; que  no todos palos son iguales, que hay que distinguir una guiyada de un jorquetu; que les cases tou a un andar serán más fees pero son más descansaes; que me encontré con fulanita y que mi puso la cabeza como una olla de grillos porque no desamece y que por ciertu que la encontré muy acabada; que hay que distinguir una llastra de una llávana; que ya mi cuesta bastante andar por lo pindiu porque sufren muchu los calcañares y al día siguiente duélenmi los cadriles; que hay que distinguir la buena gente de la xente roín y pelagata; que hay algunos que disfrutan royendo los zancayos al prójimo; y que la vieyera e muy mala porque  yo tendré buen semblante pero ya no veo pa enjilar una buya y no mi falla el oídu pero ando mal de les entendederes.

Paro ya pero tenemos pa escribir un libru. Cuando era pequeña venían a buscar la leche a mi casa María la de Ferino y Macrina la del Valle y entre un café con leche y algún que otru traje cortáu a medida solu tenía que poner la oreya y escuchar.

María siempre andaba tiñazada porque no-y tiraba la cocina y Macrina contaba cuentos de unos y de otros incluido un señor al que estaba dispuesta a cuspir si-y faltaba al respetu.

Y mi güela que intentaba calmar los ánimos diciendoyos que no había que encalorase ni agarrar enrritaciones a lo tochu.

Eran otros tiempos, aquellos en los que nos preocupábamos de coses importantes, de velar por la salud de unos y otros, de ayudase a recoger la cosecha y de repartir lo pocu que hubiera. Y cuando llegaba algún probe a la puerta de casa no se le juzgaba, nos compadecíamos de él y lo invitábamos a nuestra mesa.

El idioma era como la gente, generoso, y eso que nunca se hablaba de perres porque aparte de ser de mala educación, los probes no perdíamos el tiempu en hablar de lo que no conocíamos.