Opinión

Y Maricuela no era inmortal

Pensábamos que Maricuela, Ángela Flórez Peón, iba a durar toda la vida y que, a pesar de sus 105 años y sus últimos achaques producto de su mala salud de hierro, iba a poder superarlos porque todos nos hacíamos cruces de su maravilloso aspecto pese a su edad y porque no queríamos que se fuera un mito de nuestra historia: la última miliciana asturiana. Pero descubrimos que Maricuela no era inmortal, aunque siga viva en nuestros corazones pese a su adiós físico.

Tenía una historia para escribir un libro. Y lo escribió. Y allí nos dejó dicho que el apodo no le gustaba al principio, ya que era su personaje en una obra de teatro. Pero se le quedó el sobrenombre de Maricuela y fue más popular que el de su Ángeles de pila, que vino al mundo en Blimea, en el concejo de San Martín del Rey Aurelio, donde a los 12 años y de la mano de su madre descubrió que la República ponía contentos a los más pobres.

Fue cuando recibió en Oviedo el premio de las Trece Rosas y donde Joan Manuel Serrat,  que le entregó el premio, le agradeció su lucha con un pico en el escenario que suscitó muchas envidas de sus compañeras de sexo.

Pronto se implicó en la defensa de la libertad y de la bandera tricolor, y se afilió a las Juventudes Socialistas Unificadas cuando a su hermano lo asesinaron tras la Revolución de 1934 y formas parte de la nómina de los mártires de Carbayín.

Y nos contó más de una vez su trabajo como enfermera en la guerra de España y cómo su novió Quintín volvió para salvarla y fue detenido y fusilado por los fascistas que ganaron la guerra. Y que fue detenida y encarcelada en Saturrarán, la prisión vasca que compartió con muchas mujeres asturianas. Y cómo se marchó a Francia en una lancha temiendo que su hija, recién nacida, la delatara con sus lloros. Y como se casó con Chano Rozada, y cómo luchó contra la dictadura desde las redes del exilio.

Volvió a Gijón para respirar los aires de libertad en su patria, dejando a su marido enterrado en Francia, y empezó a recibir los homenajes y el cariño de los suyos y de los que admiraban la entereza de esta mujer, partidaria de la unidad de la izquierda y que constantemente arengaba a los jóvenes para no dejar que pasaran los enemigos de la democracia y el rencor de clase.

Me gusta imaginarme que, cuando llegue al cielo de los rojos, donde residen todos los que lucharon por la paz, la solidaridad, la libertad y contra de la explotación del hombre por el hombre; la reciba su amiga Anita Sirgo, que la espera desde enero

Fue cuando recibió en Oviedo el premio de las Trece Rosas y donde Joan Manuel Serrat,  que le entregó el premio, le agradeció su lucha con un pico en el escenario que suscitó muchas envidas de sus compañeras de sexo. Pero fue un beso en la boca sin maldad y lleno de candor, nada que ver con la lascivia de algunos sino con la admiración de otro luchador por la libertad.

Y qué queréis que os cuente del día en que Maricuela se subió a la carroza principal del Día del Orgullo Gay y bailó como una descosida entre los aplausos enfervorizados de homosexuales, lesbianas y no binarios que se rindieron a  la ternura de aquella nonagenaria que, con su actitud, dejaba bien claro que no era persona de prejuicios, sino que creía en la autonomía personal de cada cual. Tengo entre mis recuerdos perennes un baile con la última miliciana viva en una fiesta republicana en la que se mostró incansable y disfrutó de la vida como solo ella podía hacerlo.

Me gusta imaginarme que, cuando llegue al cielo de los rojos, donde residen todos los que lucharon por la paz, la solidaridad, la libertad y contra de la explotación del hombre por el hombre; la reciba su amiga Anita Sirgo, que la espera desde enero, y la abrace con la fuerza de su corpachón vital y comunista y le dijera con  ese afecto que le caracterizaba  “Gelinooooos, guapa”. Y es que aquellas mujeres que lucharon por la libertad no distinguían entre comunistas, socialistas o anarquistas: eran de izquierdas y tenían que unirse contra el fascismo.

Nos hemos puesto tristes cuando nos enteramos que Maricuela no era inmortal y que este 18 de noviembre próximo no iba a cumplir 106 años, pero nos queda su recuerdo y el homenaje a una mujer que toda una vida la dedicó a luchar por los demás y para la que la igualdad de todos los seres humanos era su punto de referencia, porque creía con total convencimiento que el socialismo nos hará libres e iguales.