La rebelión de El Fontán

¿Pero alguien se esperaba que los comerciantes de El Fontán, en Oviedo, fueran tan ingenuos de dejarse influir por los intereses económicos de una minoría que trata de hacer caja con un complejo hostelero que adultere los objetivos de la zona? Pues no se han acobardado y les han dicho que no a los intereses de la oligarquía política local, lo que a éstos les ha costado un disgusto.

El Fontán no es solo una zona de gran atracción ciudadana en la capital de Asturias, sino un lugar que tiene más de cuatro siglos de historia y en el que los intentos de desvirtuar, (que no de modernizar, tengamos claros los conceptos) no fueron aceptados por sus protagonistas, que entendieron que añadir a su arquitectura una planta de hostelería para que el lobby de la restauración hiciera su agosto perjudicaba sus intereses de siempre.

El berrinche de Canteli hay que contextualizarlo en un proyecto de ciudad que, como su protagonista, es demasiado conservador y solo favorece determinados intereses.

A la rebelión de El Fontán por el intento de modificar la estructura de la zona se le añade el temor de los comerciantes de que se pusiera en marcha un monstruo de la edificación para que aquello se convirtiera en un punto de masificación turística, que nada tiene que ver con los intereses económicos de quienes han sido sus protagonistas durante mucho tiempo.

Parece mentira que los conocedores del Oviedo de toda la vida pensaran que, con cuatro zalamerías, iban a convencer a los que día sí y día también ponen su granito de arena para que El Fontán sea un rincón especial de la ciudad. Y parece mentira que quisieran olvidar a Pérez de Ayala, ese escritor asturiano que noveló el barrio en su obra ‘Tigre Juan’, que pertenece ya a la historia de la capital asturiana y es la protagonista de un premio de relumbrón en la región.

Afortunadamente, el sentido común ha prevalecido sobre los intereses de la hostelería más cortoplacista y los 19 votos contrarios a la reconversión de El Fontán han obligado a los promotores y a sus avalistas municipales a ir con la música a otro lado, y dejar de hacer de esta concurrida zona de Oviedo una especie de baile de máscaras, que perjudicara a los comerciantes y a los vecinos.

El resultado final de la votación y que pone término a la ocurrencia es la evidencia palpable de que los experimentos hay que hacerlos con gaseosa.

Desde que se aireó el proyecto de ¿modernización? de El Fontán las voces de repulsa se fueron prodigando entre los que habitan en la zona y entre los que viven de ella, ante la posibilidad de crear un monstruo que pusiera de relieve que el mercado tradicional de Oviedo se fuera a hacer puñetas por una idea muy poco convincente de determinados sectores empresariales. El resultado final de la votación y que pone término a la ocurrencia es la evidencia palpable de que los experimentos hay que hacerlos con gaseosa.

Por eso causa enorme extrañeza la reacción de pataleta del alcalde de Oviedo, Alfredo Canteli de que la decisión de los ciudadanos es un triunfo de los que no quieren ver crecer a Oviedo. Lo que no quieren los ovetenses es que su dinero vaya a parar al bolsillo de los que quieren negocios rápidos. Eso no es crecimiento, sino otra cosa y hay que decirla bien clara.

El berrinche de Canteli hay que contextualizarlo en un proyecto de ciudad que, como su protagonista, es demasiado conservador y solo favorece determinados intereses. Si hubiera sido un poco más inteligente, se hubiera callado la boca, y a otra cosa mariposa. Cuánto antes se olviden en las dependencias consistoriales y en el sancta sanctórum de ideas tan disparatadas, mejor para Oviedo, porque El Fontán se volverá a rebelar cuántas veces traten de robarle la personalidad.