BORJA

Y nos fuimos de boda

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Una boda singular

 

Hace unas fechas recibo sorprendentemente una invitación a una boda singular.

El sobre de invitación magníficamente caligrafiado; el tarjetón muy elegante, pero, y ahí está el pero, no era una boda normal, que va. Un par de amigos que en vez de divorciarse (es lo que se estila), se volvían a casar después de 50 años. Es eso que se denomina bodas de oro, a las que uno le queda más de un lustro para llegar.

Los contrayentes, Amalita y Manolo. Claro está, mi amadísimo parroquiano, que sin los apellidos les sonarán a poco y se quedarán con las ganas de saber quienes eran los contrayentes.

Se trata de una señora de Lieres que se llama Amalita Alonso y uno de Cangas del Narcea que se llama Manolo Cosmen. Una, excelente madre y abuela, y mi otro amigo, amén de padre y güelu, ye muy conocido en el mundo de los camiones, autobuses y otras cosas rodantes, no menos importantes.

Ofició el enlace en Covadonga, “­sihomesí”, donde La Patrona­, el fraile dominico don Basilio Cosmen Adelaida, que lo fue a buscar al Convento de Santo Domingo en Caleruega (Burgos) el genial Quintana, cuyo apellido bien podría ser ALSA, porque es su empresa y donde se jubiló.

“Quintana, esto es un gasto innecesario” le dijo el fraile, en clara alusión a los gastos del viaje.

Y el festejo celebrose en el Villa María de Cangas de Onís (cuantos recuerdos al lado de Luis, que hoy ya no está) y ¡redemonios!, aquello estaba perfectamente organizado por Mara, cuyo parecido a la hora de trabajar es muy, muy similar al de su padre. Fue sencillo y muy emotivo.

La meteorología nos acompañó, como hace años en la boda de nuestra hija María en el mismo lugar.

Como un ta vivo de casualidad, después del accidente aéreo, aproveché para celebrar con Carlota otra boda, que igual dentro poco más de un lustro la faceremos. Esperemos que sea tan guapina como esta.

No puedo terminar estar torpes líneas de Periodista de Pueblo, sin dar las gracias a los contrayentes por habernos invitado.

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