EDUCACIÓN

Buenas... ¿dónde pongo la caja?


 

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Arquitectura y democracia en una ciudad que vive del patrimonio

En el proyecto y ejecución de la obra pública hay que consultar a la sociedad local. Los arquitectos, los técnicos, la administración, dominan una parte del proceso, pero quienes viven al pie de los edificios, actuales o posibles, tienen grabada en la piel la percepción del paisaje.

De ahí el conflicto sobre un proyecto, el del nuevo bloque del IES Rey Pelayo de Cangas de Onís, redactado sin el suficiente diálogo con la sociedad local: ni alumnos, ni padres, ni profesores, ni técnicos municipales, ni vecinos (que serán quienes disfruten a perpetuidad los aciertos), han sido debidamente consultados. Ni siquiera escuchados, porque un grupo de padres que hoy constituye la AMPA del Centro, presentó en febrero un informe contrario a la ubicación. De modo que, por no escuchar, llega ahora este proyecto así, con un error grave de emplazamiento y una relación discutible con los edificios y el paisaje de la vega de Contranquil.

Cangas de Onís era una ciudad hermosa antes de los desmanes perpetrados en los 70, 80 y 90. Con la especulación ya detenida en otras partes del país, una construcción desatada campaba aquí con el boom del turismo. La miope visión política de los regidores se llevó consigo preciosos edificios y alineamientos, hipotecando con su torpeza el futuro de una pequeña ciudad que vive del patrimonio. Basta comprobar, en fotos no tan antiguas, qué ciudad podríamos haber tenido si la arquitectura real hubiese sido democrática y no oscura, amasada a espaldas del interés general y a costa de su riqueza.

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Arriba: Proyecto de la Consejería de Educación.
Abajo: Propuesta alternativa de acuerdo con el informe favorable de Confederación Hidrográfica
Ilustración: Ana Llano, arquitecta y miembro de la AMPA del IES Rey Pelayo.

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Ya no digo igualar la sensibilidad de Manuel del Busto y las bellísimas arquitecturas indianas de Prestín, ni la dignidad constructora de los hermanos Álvaro y Ramón Fernández Valle, o del arquitecto Juan del Busto, a quienes debemos la preciosa manzana de la calle principal de Cangas, frente al ayuntamiento. Pero hay que evitar que, una vez más, una actuación precipitada se lleve por delante otro rincón de la ciudad, en este caso el conformado por el Dolmen de Santa Cruz, el edificio de las antiguas escuelas Vázquez de Mella y el espacio donde juegan los escolares. El edificio proyectado comete justo ahí dos pecados: come la mitad del patio en superficie, quitando el sol a los rapaces, y aterriza a mamporros entre los edificios del conjunto, estrangulando de paso la avenida de Contranquil.

La obra pública hay que pensarla muy bien, extraerla de la percepción y necesidades del pueblo, y no imponerla con despotismo. Hay que trabajar más con la gente, recabar su sentir y crear belleza. Por eso toca ahora orientar a ese repartidor que llega con un pesada caja entre las manos, y pretende “soltarla” en medio del patio, que es la decisión más fácil…y la peor. Otras opciones, como edificar en el lugar del antiguo edificio (el que se va a demoler) son más complejas y exigen cumplir los requisitos de la Confederación Hidrográfica. Curiosamente, este organismo, que no ha sido consultado por nadie hasta hace escasas semanas, acaba de dar el visto bueno a la propuesta del Ayuntamiento y los padres, mostrando que es una institución que protege las riberas y no un monstruo para acobardar al contrincante.

Y no sólo hay motivos estéticos o ambientales; también hay razones muy importantes en educación: cuando hoy cuesta tanto conseguir silencio en las aulas (en el emplazamiento de arriba darían a una calle con tráfico) no se puede permitir que el ruido venga de fuera. En cambio abajo, las aulas darían al sur, a un pequeño parque, a la confluencia de los ríos. Construyendo aquí, sobre pilares, el Centro encontraría un espacio nuevo y abierto, con grandes posibilidades de uso. El nuevo patio “a techu” permitiría la conexión con el Jardín Botánico y un aprovechamiento pleno de la ribera, integrando además el Salón de Actos y las aulas recientes (un millón de euros de hace escasos años), que quedarían al descubierto si se planta “la caja” en el patio. Edificar abajo es a todas luces arquitectónicas, educativas, prácticas y paisajísticas, mucho mejor.

Señor Consejero, escuche a los vecinos, a los padres, a los profesores. Apure el consenso y promueva la delicadeza en la construcción pública, fundamentos de la arquitectura democrática. Sobretodo cuando se actúa sobre una pequeña ciudad, como la de Cangas, que requiere mimo y no soluciones que lo empeoran todo a la larga. Si no, recuérdese el engendro urbano que consintió un alcalde, antes de la democracia, y que emerge hoy tras el Ayuntamiento de Cangas de Onís a perpetuidad de los vecinos.