RIBADESELLA

Turismo y conocimiento, curso de la UNED

Aymar d’Arlot de Saint Saud visitó Los Picos de Europa entre 1881 y 1924, dejando constancia de la reiteración en una bella Monografía. Sus visitas se inician tras “haber creído divisar una cadena lejana e inmensa en los claros horizontes de la costa española, en esos días maravillosos de luz, bien conocidos por todos los que han pasado el otoño en Biarritz, y ha asistido a la iluminación del mar y de las montañas, cuando sopla el siroco, que allí llaman viento sur”.


Séptima edición del curso de verano de la UNED sobre la Comarca de Los Picos de Europa

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Aquellos europeos de entresiglos, llevados por su inclinación estética, solían recoger en cuadernos las impresiones obtenidas después de un tour. Es decir, empieza uno “dándose una vuelta” en francés por la zona, y su paisaje acaba atrayendo más de un millón de visitantes al año, de acuerdo con lo que sostiene el Instituto Nacional de Estadística. 

En todo caso, una visita de calidad se acompaña de sensibilidad y conocimiento, requisitos de difícil presencia en el turismo de masas. De modo que, demasiado envueltas las cifras en “paquetes” turísticos, conviene recuperar la senda por donde han ido los viajeros conscientes. Y un curso de verano como el que programa la UNED, desde hace ya varios años en la comarca, es una buena ocasión para ello. Como en esos hoteles que lo hacen bien, su alumnado se compone de gente que repite estancia, lográndose el doble objetivo del turista accidental: descubrir la belleza y profundizar en la cultura del territorio.

El curso de extensión universitaria se ajustó a la propuesta: Picos de Europa, paisaje de montaña y costa. En tres jornadas, bajo la dirección del profesor Antonio Fernández, cuarenta personas comprendieron geografía litoral, prehistoria, geología y paisajes de pastor en la vertiente norte del macizo. La singular arquitectura del Hotel Villa Rosario sirvió de sede a una ponencia sobre Los Indianos, en redonda intervención de Gonzalo G. Villarías, profesor de la cantera y codirector del Curso. Luna Adrados, joven y ya notable autoridad en geología regional, enseñó a comprender el milagro por el que se imprimieron tan fabulosas huellas en la costa jurásica. Y el geógrafo Jesús Ruiz desgranó desde la Cruz de Priena la morfología del Macizo, que conoce con profundidad por formación y matrimonio, casado como está con una cabraliega de Tielve. Quien suscribe alineó con lo académico el patrimonio pastor, que se extiende sobre estos suelos desde hace más de seis milenios y concluye en las queserías de hogaño, como la que fabrica piezas beyuscas -y más- con el nombre de La Collada, en el Cirieñu de Amieva.

La bellísima hidroeléctrica rupestre de Campurriondi, anidada en la caliza, también fue objeto de visita, del mismo modo que una vetusta Lonja de Ultramarinos, que tan meritoriamente conserva la familia Casero en la localidad de Precendi.

Y así se cerraba el viernes la séptima edición de este Curso en que la formación se recibe al pie del paisaje, aunando formas y contenidos a veces de modo excepcional. Así ocurría durante la lección de arquitectura que se impartió en el Villa Rosario, un palacete construido para competir en escalinata, arcos y policromía, con el chalet de la marquesa de Argüelles, el primero que se construye en el arenal de Santa Marina, y también hoy hotel.